Lucien
Lucien no pudo decidirse a tomar la iniciativa de volver a casa de Bergère. Durante las semanas que siguieron, creyó a cada paso que iba a toparse con él, y cuando trabajaba en su habitación se sobresaltaba cada vez que sonaba el timbre de la puerta. Por las noches, tenía espantosas pesadillas. Por ejemplo, Bergère le poseía por la fuerza en mitad del patio del liceo Saint-Louis y en presencia de todos los compañeros, que contemplaban el espectáculo riendo a carcajadas. Pero Bergère no hizo ninguna tentativa por volver a verlo, ni dio señales de vida. "Sólo quería eso de mí", pensó Lucien vejado. Berliac había desaparecido también y Guigard, que a veces iba con él los domingos a las carreras, afirmaba que se había ido de París tras una crisis de depresión nerviosa. Lucien se tranquilizó poco a poco. Su viaje a Ruán le parecía ya únicamente un sueño oscuro y grotesco, no ligado a nada; había olvidado casi todos los detalles y sólo conservaba la impresión de un soso olor a carne y a agua de colonia y de un intolerable aburrimiento.
Texto: Infancia de un Jefe (fragmento), de Sartre
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