Los Demás
Pocos días después de la Semana Santa de 1979, los parroquianos del barrio Montparnasse en París pudieron observar en el interior de La Coupole o en la terraza del café Dôme, a un hombrecito ciego, tembleque, mal afeitado y casi decrépito blandiendo con dificultad su vendada mano izquierda. Era evidente que quienes lo podían reconocer quedaban asombrados. Se trataba de Jean Paul Sartre, la más alta expresión de la inteligencia y el pensamiento del siglo XX, el gran activista de la libertad en nuestro tiempo, que venía de ser el protagonista de un caso típico de baranda policial. Un poeta loco, Gerard de Cléves, de origen belga, a quien Sartre acostumbraba ayudar de vez en cuando con algún dinero, en una de las salidas que se le permitieron de la clínica siquiátrica resolvió acosar a su benefactor presionándolo a diario. Sartre le dio dinero durante varios días consecutivos hasta que, harto, le advirtió que no le recibiría de nuevo. Pero ocurrió que un día el hombre volvió furibundo, y mientras discutían por encima de la cadena de seguridad de la puerta -que Sartre no había querido quitar para que aquel no se entrara-, el poeta enajenado sacó un cuchillo con el que le cortó su mano izquierda. Luego comenzó a golpear con violencia el portón que entre Sartre y su hija adoptiva, Arlette Elkaïm, lograron cerrar desesperadamente. El forcejeo fue tal, que pese a que la puerta estaba blindada, estuvo a punto de derrumbarse. Arlette llamó a la policía. Los gendarmes, sin embargo, se vieron a gatas para detener al hombre por entre los pasillos del edificio. La mano de Sartre comenzó a sangrar profusamente hasta que le fue curada y vendada. Esto ocurría un año antes de su muerte.
Texto de Germán Uribe, obtenido en .
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