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Sobredosis

Sobredosis

-Diablos. -El cigarrillo del hombre se movió sobre el labio inferior - Tenemos nueve o diez casos como este por noche. Tenemos tantos, desde hace unos pocos años, que hubo que inventar estas máquinas especiales. Con la lente óptica, naturalmente; el resto es antiguo. No es necesario un médico para estos casos; bastan dos ayudantes; lo arreglan todo en media hora. Mire -el hombre se alejó hacia la puerta -, tenemos que irnos. Acabamos de recibir otra llamada por la vieja radio de dedal. A diez calles de aquí. Algún otro que se ha tragado toda una caja de píldoras. Si nos necesita, vuelva a llamarnos. Déjela tranquila. Le hemos dado un antisedativo. Se despertará con hambre. Adiós.

Y los hombres con cigarrillos en las bocas rectas, los hombres con ojos de borla de polvos, recogieron su carga de máquinas y tubos, la botella de melancolía líquida, y el lodo lento y oscuro de aquella cosa sin nombre, y se fueron trotando hacia la puerta.

Montag se dejó caer en una silla y miró a la mujer. La mujer entornaba ahora los ojos, y Montag extendió la mano para sentir la tibieza del aliento en la palma.

-Mildred -dijo al fin.

Somos demasiados, pensó. Somos billones, y eso es demasiado. Nadie conoce, a nadie. Gente extraña se te mete en la casa. Gente extraña te arranca el corazón. Gente extraña te saca la sangre. Buen Dios, ¿quiénes eran esos hombres? ¡No los he visto en mi vida!.

Texto:  Fragmento de Farenheit 451 de Ray Bradbury. Fotografía: Victoria.

 Post by Andrew

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