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Venganza

 

Mientras se ponía de rodillas, pensó en el primer momento en el que sintió que ella ya no era la misma.

Hacían una parada en el camino, para estirar las piernas y ver las vistas desde el mirador. Bajaron por las rocas para ver el río más de cerca, y él la sujetaba como hacía siempre, sabedor del miedo a las alturas que tenía Eva desde que ella intentase suicidarse tirándose por el balcón cuando tenía 20 años. Ella siempre le pedía que la sujetase en esas situaciones, porque le daba miedo volver a tener ganas de volar. Javi sintió como su cara tomaba un rictus estúpido cuando ella se zafó violentamente de su abrazo, le dijo que dejase de agarrarla, que no era tan torpe como para caerse.

Ya agachado, comprobó la pata de la silla. Estaba astillada, pero era lo suficientemente robusta como para aguantar aún muchos años de uso.

Luego vinieron muchos momentos parecidos. Ella pasó de pedirle que leyese en voz alta uno de los cuentos de Cortázar que tanto le gustaban a quejarse de lo rápido que leía. Recordó cuando Eva quería estar siempre en el mismo cuarto, uno en cada mesa con sus cosas, cambiando una mirada cómplice que decía todo lo que necesitaban oir. Sin embargo no se acordaba en que momento cambió esas miradas por unos cuantos gritos quejándose de tenerle siempre al lado en aquel apartamento de 40 metros cuadrados. Ni cuando se pasó de que cualquier estupidez diese conversación para un rato eterno a que intentar tener un diálogo chocase contra su indeferencia.

Se subió a la silla y comenzó a revisar todos los puntos que la sujetaban al techo. Algunos estaban ya flojos desde hacía tiempo, pero no los haía revisado por pura desgana. La llave inglesa le pesaba tanto como cuando de pequeño abría la caja de herramientas de su padre para curiosear en ella. Desde que no vivía con Eva había perdido mucho peso, y con él buena parte de su ya de por sí escasa fuerza.

Estaba seguro de que ella era consciente de todo el daño que le hacía. Cualquier insulto que le lanzase, cualquier comentario o gesto despectivo, iba minuciosamente dirigido al sitio donde podía hacer más daño, no podía ser casualidad. Ahora le tocaba a él hacerle daño a ella. Devolvérsela todas juntas, y hacerle una herida que no le cicatrizase jamás.

Dio un pequeño tirón con el brazo, y comprobó que la lámpara resistía sin problema el esfuerzo. Se bajó de la silla, y dejó las herramientas sobre la misma mesa donde estaba la soga. Volvió a subirse a ella, y pensando en como Eva iba a sentirse culpable toda su vida ató la cuerda a la lámpara.

Eva no tenía muchos amigos comunes con Javi, al que hacía ya varios meses que no veía. Tardó tres semanas en enterarse de que había muerto. Y otras tres en olvidarlo.

 

Post by Sergei

1 comentario

Andrew -

Nadie olvida nunca nada, sólo lo cubre con ladrillos.